Las marcas con historia tienen dos opciones: aferrarse al pasado o convertirlo en su mayor ventaja. Desde 1510, Vinos Alicante ha sido el reflejo de un territorio, de una uva como la Monastrell y de un vino irrepetible como el Fondillón, que ha cruzado océanos y siglos —fue el primero en dar la vuelta al mundo con Elcano— Una denominación de origen que no solo protege el pasado, sino que representa una cultura mediterránea que sigue viva. Con el paso del tiempo, el contexto había cambiado. Nuevas marcas, nuevas generaciones, nuevos códigos. Había que traducir toda esa herencia en una identidad que conectara con el presente, sin perder esa autenticidad que la hacía única. Así comenzó un viaje que, con los años, se transformó en una estrategia de expansión y consolidación. Un proceso que demostraría que el legado no se hereda, sino que se defiende.