En el mundo de la pastelería hay nombres que trascienden por lo que hacen y otros, como el de Daniel Álvarez, por lo que cuentan a través de su oficio. Reconocido como uno de los grandes maestros pasteleros y chocolateros de España, su trayectoria ha sido siempre una combinación entre tradición e innovación. La historia de Daniel no empezó en un escaparate ni en un obrador moderno, sino en Dalua, la pastelería que fundaron sus padres. Allí, entre aromas de almendra, harina y vainilla, fue donde se forjaron sus primeros recuerdos, los que hoy siguen marcando cada creación. El reto era transformar ese legado en una identidad de marca que pudiera emocionar, diferenciarse y perdurar. Pero, ¿cómo contar la historia de toda una vida en el envoltorio de un producto? La respuesta estaba en convertir el packaging en mucho más que un soporte: en un auténtico contador de historias.